Déjame contarte sobre una conversación que tuve el otro día en el bar con mi amigo imaginario, Hiroshi, un tipo que dice haber aprendido el arte del sarcasmo de un monje zen en los Alpes Suizos. La ironía empieza aquí: los Alpes Suizos.
"Estamos ante una generación de gente emocionalmente débil," dijo Hiroshi mientras levantaba su vaso de sake con la elegancia de un samurái con resaca. "Todo tiene que ser suavizado porque es ofensivo, incluso la verdad."
Nos reímos a carcajadas, no porque fuera gracioso, sino porque era tristemente cierto. Me recordó a una cita que me inventé de un sabio ficticio japonés: "El bambú que no se dobla se rompe, pero el bambú que se dobla demasiado se convierte en espagueti." La generación de espaguetis emocionales, así la llamo yo. Tan frágiles que una crítica constructiva los hace correr a esconderse bajo la cama.
Vivimos en una época donde la verdad tiene que vestirse con guantes de seda y botas acolchadas para no herir los delicados sentimientos de los que prefieren vivir en una burbuja de confort. El problema es que la vida no es una burbuja, es más bien un campo de batalla donde las balas de la realidad no entienden de suavidades.
Recuerdo una vez en el trabajo, mi jefe me dijo que mi informe tenía más errores que un político en campaña. Le di las gracias y mejoré. Pero hoy en día, esa misma crítica podría llevar a una denuncia por acoso emocional o algo igual de absurdo.
En la psicología moderna, hay una tendencia preocupante hacia la sobreprotección emocional. Es como si en lugar de enseñar a la gente a nadar, les diéramos flotadores permanentes. Al final, cuando el flotador se pincha, todos se ahogan. "No ofendas, no critiques, no digas la verdad si duele," parecen ser los nuevos mantras. Pero la verdad, aunque duela, sigue siendo verdad.
Hiroshi, con su sabiduría ancestral sacada de la manga, concluyó: "El guerrero más fuerte no es el que nunca cae, sino el que sabe levantarse." Y ahí estaba la clave. No se trata de evitar las caídas, sino de aprender a levantarse cada vez más fuerte.
Dato curioso: ¿Sabías que en Japón, los kintsugi, una técnica de reparación de cerámica con oro, convierte las grietas en arte? La idea es que las cicatrices hacen que la pieza sea más hermosa y valiosa. ¿No sería genial aplicar esa filosofía a nuestras vidas emocionales?
Como dijo una vez un sabio de la Tierra Media: "No todos los que vagan están perdidos." Y en nuestra búsqueda por no ofender y no ser ofendidos, tal vez hemos perdido el rumbo.
Y así, mientras Hiroshi y yo brindábamos por la generación de espaguetis emocionales, recordé algo que Yoda podría haber dicho: "Más dura es la verdad, más fuerte te hace." Claro, en este caso, el sarcasmo es fuerte en nosotros.
Hasta la próxima charla en el bar, mi amigo. Que la ironía te acompañe.
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