Me estaba preparando un café ☕ cuando, de repente, ¡pum! Se corta la luz. No una caída de tensión cualquiera, no. Un apagón general en todo el país. Yo, que ya estaba resignado a vivir como cavernícola por unas horas, miro por la ventana y veo a los vecinos saliendo con linternas, como si fueran exploradores en una expedición a lo desconocido.
Cinco minutos después, mientras intento recordar cómo funciona la vida sin electricidad, suena una notificación en mi celular (gracias, bendita batería). Es un correo. Una usuaria. Urgente. Exigiendo que le solucionemos un ticket "de inmediato".
Y ahí me quedé, en la oscuridad, iluminado solo por la pantalla de mi teléfono y el fuego de mi indignación interna. ¿Será que no vio que TODO EL PAÍS está sin luz? ¿O acaso cree que mi router funciona con energía solar y que tengo un ejército de duendes programadores trabajando en cuevas con velas? 🧙♂️🔥
Se han fijado que hay gente que, aunque el mundo se esté acabando, sigue convencida de que su problema es el problema. Como si en mi casa tuviera un generador nuclear solo para atender su requerimiento. Seguro que, si cayera un meteorito, igual habría alguien preguntando por qué el Wi-Fi está lento.
Al final, respondí con mi mejor tono zen: "Estimad@, en este momento hay un apagón a nivel nacional. Apenas haya luz, revisaremos su caso. Mientras tanto, le recomiendo encender una vela y reflexionar sobre la vida sin tecnología."
Bueno, los dejo, voy a ver si encuentro velas antes de que esto parezca una película de terror. Hasta pronto, y recuerden: si todo se cae, al menos que no se caiga la dignidad. 😌
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