Hoy en la mañana, mientras me preparaba un café que parecía tener la densidad del petróleo crudo 🛢️, me puse a pensar en cómo sería la vida si los días de la semana fueran procesos automatizados. Y claro, llegué a la conclusión más obvia: el lunes sería un pipeline... y uno que falla más que semáforo en hora punta 🧨.
Se han fijado que el lunes tiene todas las etapas de un mal pipeline:
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Trigger involuntario ➜ suena la alarma, y uno jura que recién se acostó.
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Stage de validación ➜ ¿me lavo los dientes o me tiro otros 5 minutos? Spoiler: los 5 minutos se vuelven 30.
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Build emocional ➜ intento convencerme de que la semana será diferente. Spoiler 2: no lo será.
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Deploy ➜ salgo de la casa sin llaves, sin ánimo y con la camiseta al revés.
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Post-mortem mental ➜ "el próximo domingo me acuesto temprano", mentira que me digo desde 1997.
Y así, con cada paso, siento que el pipeline de mi motivación devuelve un hermoso status: failed 😵
. Mientras más lo intento debuggear, más me doy cuenta de que el problema no es el lunes, ¡es el sistema operativo humano que aún no recibe el parche anti-realidad!
Pero bueno, como todo buen DevOps sabe: los pipelines fallan, pero lo importante es tener logs, alertas y cerveza para el troubleshooting 🍻.
Ya bueno los dejo que tengo que reiniciar el sistema con otra taza de café... o quizás una IPA. Nos vemos cuando el cronjob de la alegría vuelva a ejecutarse. Hasta pronto, pórtense mal 😉.
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