Me estaba preparando un café ☕ (de esos tan cargados que si los dejas en la mesa disuelven la cuchara solos) cuando me puse a pensar en DevOps y la memoria organizacional. Porque claro, todos hablan de pipelines, CI/CD y despliegues automatizados, pero ¿qué pasa con la sabiduría acumulada de la empresa? Esa que no está en Confluence ni en un GitLab Wiki, sino en la cabeza de la señora que lleva 20 años diciendo: “ese servidor no lo toques que explota”.
Se han fijado que en DevOps siempre queremos movernos rápido 🔥, como si fuéramos un Fórmula 1, pero la memoria organizacional es más como una abuelita que dice: “tranquilo mijito, que yo ya pasé por ahí”. Y si no le haces caso, te comes el mismo error con distinto sabor.
➜ DevOps sin memoria organizacional = reinventar la rueda cada sprint.
➜ Memoria organizacional sin DevOps = un archivo polvoriento que nadie lee.
El truco está en mezclarlos: que el conocimiento acumulado fluya con la misma naturalidad que el pipeline.
Por ejemplo:
✔️ Documentar no solo cómo se hace, sino por qué se decidió.
✔️ Automatizar, pero dejando las “historias de guerra” en el mismo repo (para que cuando alguien pregunte ¿y por qué usamos este workaround raro?, no se quede mirando la nada).
✔️ Mantener retrospectivas vivas, no como actas que duermen el sueño eterno en Google Drive.
Estaba pensando que la memoria organizacional en DevOps debería ser como el cachai en una conversación chilena: breve, implícita, pero esencial. Porque sin ese contexto, nadie entiende nada 😅.
Así que al final, la gracia es que DevOps no borre la memoria de la empresa, sino que la convierta en parte del flujo: conocimiento compartido, fácil de acceder y actualizado. Como un buen chiste interno que siempre saca sonrisas.
Ya bueno, los dejo que mi café se me está enfriando y la cafetera me está mirando feo como diciendo “oye, ¿y la segunda taza pa’ cuándo?” ☕🔥
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