La gestión de procesos busca definir y mejorar cómo trabaja una organización, optimizando cada actividad para lograr mayor eficiencia. Por otro lado, la agilidad se enfoca en la adaptabilidad y la rapidez en la entrega de valor, priorizando la colaboración y la mejora continua sobre una planificación rígida.
¿Cómo se complementan gestión de procesos y agilidad?
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Documentación mínima viable: En agilidad, no se busca crear extensos manuales de procedimientos. La clave está en documentar solo lo esencial para comenzar a trabajar y adaptarse rápidamente.
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Iteración y mejora continua: Los procesos en un entorno ágil son dinámicos. Se comienza con una estructura básica, y a medida que se avanza, se revisa y ajusta según el feedback del equipo y las necesidades del cliente.
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Visualización ágil de procesos: En lugar de tener flujos de trabajo fijos y complejos, las herramientas ágiles como los tableros Kanban o Scrum permiten ver el estado actual de los procesos, identificar bloqueos y optimizar rápidamente.
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Empoderamiento del equipo: En la gestión de procesos tradicional, los procesos suelen definirse de arriba hacia abajo. En agilidad, los equipos tienen mayor autonomía para ajustar sus formas de trabajo, siempre enfocados en mejorar la entrega de valor.
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Métricas de mejora: La gestión de procesos utiliza métricas de eficiencia; en agilidad, se añaden métricas como tiempo de ciclo, lead time y frecuencia de entregas, para medir la evolución del equipo y el impacto en los resultados.
Reflexión final
La gestión de procesos y la agilidad no son enfoques opuestos. Al contrario, pueden complementarse si se prioriza la flexibilidad y la mejora continua. En lugar de centrarse en crear procesos perfectos desde el principio, el enfoque ágil permite que estos evolucionen en función del equipo y el valor entregado al cliente.
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"No es sabio aferrarse a los sueños y olvidar vivir." – Albus Dumbledore.
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